lunes, 9 de julio de 2012

Manifiesto

Quiero escribir, escribo sin saber hacia dónde voy. El mundo me lleva. El mundo, los mundos, uno dentro de otro, todos quieren ganar el papel. Quiero escribir pero me sale espuma. Espuma de ganas de decir un montón de cosas. Espuma de pedir que paren. Espuma de pedir que vean. Espuma de  pura espuma. Me paro en la puerta de un mundo y trato de disolver la espuma para poder entrar allí, seguir por ese camino, no desviarme. El camino me va llevando; la lógica y la intuición también. A veces llego a una encrucijada que me propone varios caminos, pero me parecen muy transitados, aunque no sepa por quiénes. Mejor sería no conocer otras espumas. Mejor sería tener paciencia, admitir sosegadamente que todos los caminos son para recorrer, que hay que disolver las espumas para un día futuro dominarlas o, al menos, pactar con ellas. Una ansiedad infantil me juega en contra de las espumas. No importa, también sucede que algunas veces el mundo que se va imponiendo produce felicidad y las espumas no son de rabia, son de las que producen burbujas, burbujas que van por el aire, pero impregnan. Más grandes, más chicas, encierran mundos infinitamente diferentes, según quien las sople. Burbujas que abren.
Me sobran palabras o no alcanzo la manera precisa para que hagan chispa. Sí, ese ha de ser el secreto: no dejarlas agarrotadas en mis manos, desplegar los dedos y que se derramen a gritos.

   Gabriela Frontini
      (23/10/11)

1 comentarios:

Enhorabuena amiga!!!!, ya diste el primer paso la chispa está encendida y ahora quién para el fuego...

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