domingo, 28 de octubre de 2012

Praga: La inmortalidad


Praga / La inmortalidad
“El horror es un impacto, un momento de absoluta ceguera. El horror está desprovisto de toda huella de Belleza.” (Milan Kundera, La insoportable levedad del ser)

El concepto de belleza es sumamente escurridizo, arbitrario.
Parece inapropiado relacionar la belleza con el horror. Pero si pienso en la belleza como una forma de la verdad, puedo pensar que el horror nunca podrá contenerla, entonces comparto estas palabras de Kundera.
Esta mañana decidimos deslizarnos por una zona de la Praga no turística, la llamada Ciudad Nueva, Nové Město. Las calles son anchas, la edificación es más ecléctica, siempre bonita, y al levantar la vista para admirarla también se puede ver el cielo azul claro de este hermoso día de sol. Y de pronto llegamos al museo de Antonin Dvořák, sin buscarlo. Siempre digo que hay lugares, objetos y personas (no necesariamente en ese orden) que nos están predestinados. Es pequeño y encantador, tiene una sala, con frescos en el techo, en la que actualmente se dan conciertos. Dado que tanto I como yo tenemos una natural predisposición al encantamiento, quisimos escuchar la música del dueño de casa. Lo hicimos con la guía de una señora muy amable, que nos recomendaba las mejores grabaciones. La verdad es que no conozco demasiado la música de este señor –tampoco I- y eso llevó a una conversación en la que I quiso convencerme de que hagamos un curso de música clásica (de esos para ignorantes); es más, tomó su Ipod y me leyó el mail de Pablo Kohan sobre el curso que comenzará en agosto. Por supuesto que quiero, pero volvemos siempre al mismo problema del tiempo y de la odiosa necesidad de tener que elegir. ¡Y pensar que hay gente que se aburre! Actualmente, tendría que optar entre Cine Núcleo, música clásica o inglés, para los martes. Esto último porque es vergonzoso, anacrónico e inconveniente que una chica como yo no pueda desenvolverse en la lengua de David Bowie, Clive Owen, Jeremy Irons, Eric Clapton. Muy bien, salimos de allí con dos CD de Antonin (las series de asociaciones me sientan de maravilla: Antonin me lleva al genial Artaud, éste a Cementerio Club –justo que pensaba en vos, nenaá, caí muerto- y a mi bien amado Spinetta; mejor me detengo aquí), la sonrisa de satisfacción de la señora rubia y flaca, y un gran entusiasmo sobre nuestras futuras empresas. Atravesamos un parque en el que los lugareños retozaban, miramos zapatos –cómo me pierden los zapatos y qué divinos y coloridos son en Europa.

                                                 

 Así íbamos, llegó el momento de hacer un alto en el camino, I divisó una cervecería bien checa; allí entramos. Ni un solo turista, paredes con fotos de soldados, textos sólo en checo. Preguntamos qué significaba el conjunto, nos explicaron algo que no terminamos de entender, compartimos con checos, protesté un poco por la ensalada que tenía gran cantidad de pepinos y no me gustan (los añadiré a la lista de rechazos, al lado de las figuritas que salen cada hora del reloj de la torre de la Municipalidad. El reloj es bonito, pero los turistas apiñados y observando con expresión bovina lo afeamos.). Volvamos a nuestro propósito: en medio de las elucubraciones sobre el lugar y las fotos, recordé que M, al entrar en Praga, nos había hablado algo de la Iglesia Ortodoxa de los santos Cirilo y Metodio, frente a la cervecería. Entramos en el pequeño museo con las criptas. La historia es fuerte, habla de las guerras, del nazismo y de todo esa parte de la historia. El Episodio es más que interesante, voy a contar lo mínimo e indispensable, folleto en mano: en Praga  estaba a cargo de la ocupación nazi  el SS Obergruppenfuhrer, general de la Policía y jefe del Servicio de Seguridad, el Reichprotektor (gobernador del protectorado de Bohemia y Moravia) Reinhard Heydrich , uno de los artífices y hombres más temidos del Tercer Reich (año 1941). Los checos recibieron ayuda desde Gran Bretaña, donde se encontraba el gobierno exiliado y se prepararon en Escocia para acabar con este cerdo. Eran siete paracaidistas. El 27 de mayo de 1942, en el barrio checo de Libén, dos de ellos lograron matarlo. Luego los nazis se enfurecieron, hubo persecuciones cruentas hacia todos los sospechosos de haber participado, incluso se ofreció una recompensa de diez millones de coronas por información sobre los responsables. El 7 y 9 de junio de 1942 se hicieron dos importantes funerales, en Berlín y Praga en memoria de Heydrich. Terminadas las exequias, los nazis volvieron a la carga y destruyeron el pueblo de Lidice: 199 hombres ejecutados, las mujeres trasladadas a campos de concentración y los chicos que eran racialmente “aptos” fueron reenviados para su reeducación como ciudadanos modelo del Reich. El 24 de junio los nazis destruyeron, también, Ležáky.
El asesinato de Heydrich fue la primera demostración de resistencia armada de una nación ocupada, contra el fascismo alemán en Europa. Lo importante es que en la preparación de la misión de los paracaidistas intervinieron muchas personas que no eran excluyentemente militares ni comunistas, sino del pueblo y sacerdotes checos dispuestos a defenderse contra el fascismo. El padre Vladimir Petřek, sacerdote ortodoxo checo, alojó a los paracaidistas en la cripta de la iglesia, actuó como enlace entre las personas participantes del atentado. El decano de la iglesia, el sacristán y el obispo no fueron informados hasta el 11 de junio, a partir de ese momento se sumaron a la causa y recibieron, a su vez, ayuda de personas particulares y grupos de resistencia.
Las ejecuciones diarias y el terror desatado por los nazis fue de gran magnitud, uno de los paracaidistas delató a sus compañeros y, aunque desconocía el lugar en que estaban refugiados, suministró pistas para llegar a ellos. El 18 de junio, a las 2 de la mañana, se dio la orden de rodear la iglesia ortodoxa de San Cirilo y San Metodio. Eran 360 miembros del batallón de la Guardia de las SS contra 7 paracaidistas. La operación empezó a las 4.15. La orden que tenían los soldados de la Gestapo era la de capturarlos con vida. Tres de los checos defendieron la parte principal de la iglesia hasta morir a las siete de la mañana; los otros cuatro lucharon hasta el final, hasta que la Gestapo asaltó la cripta y entonces hicieron uso de las cuatro balas que se habían guardado (si bien el método ha sido muy utilizado, no puedo dejar de pensar en las pastillas de cianuro de nuestros 70). Ninguno de los siete paracaidistas pasaba de los 30 años.
Por su lado, los sacerdotes y el sacristán fueron arrestados junto con sus familias. El obispo, informado de las detenciones y del asalto a la iglesia, escribió tres cartas: al Primer Ministro, al Ministro de Educación y Cultura, y a la oficina del Reichprotektor, para salvar a los detenidos y poner fin a las víctimas del terror: “Entrego mi persona a las autoridades competentes y estoy preparado para someterme a cualquier castigo. Incluso la muerte, si fuese necesario.” Nunca le contestaron. Lo detuvieron el 25 de junio, lo torturaron hasta el 3 de septiembre, día del juicio contra los representantes de la iglesia ortodoxa. El 4 de septiembre, el obispo, el sacristán y el Presidente del Consejo de Mayores fueron fusilados, junto con el primer sacerdote, en un paredón del barrio praguense de Kobylisy. Como los nazis no se privan de nada, la Gestapo alemana encerró a 253 checos, por haber ayudado a los paracaidistas, en la fortaleza pequeña de Terezin. Posteriormente los trasladaron al campo de concentración de Mauthausen, con la inscripción de las letras R.u (sin retorno) y a los pocos días fueron ejecutados.
El nuevo Reichprotektor disolvió las parroquias de la Iglesia Ortodoxa Checa y confiscó propiedades; la iglesia de la que hablamos fue depósito de los bienes obtenidos del pillaje nazi (me suena, me suena). Los sacerdotes ortodoxos fueron llevados a campos de trabajos forzados; los fieles se quedaron sin sus líderes espirituales.
Después de la guerra los checos rindieron homenaje a todos los que cayeron víctimas del terror de Heydrich, con las siguientes palabras:”hay dos momentos que las checas y checos deben contemplar con reverencia: Lidice y la Iglesia ortodoxa de los santos Cirilio y Metodio.”. El accionar de esta pequeña iglesia fue una victoria moral contra la violencia del fascismo. Hoy día es un lugar que conmemora la valentía, la bondad  y el sacrificio humanos. La gente deja flores en las criptas, al lado de las fotos en que se ve a los paracaidistas con expresiones concentradas; también dejan notitas con palabras de agradecimiento y respeto. Los mensajes no están todos en checo, sino en distintos idiomas. Quién puede permanecer indiferente ante tamaña Historia; yo también escribí palabras de reconocimiento y admiración, en mi nombre y en el de I. Sé que el discurso desplegado en toda esta muestra sobre los hechos referidos suena a manual, pero no seré yo quien arroje la primera piedra para tildarlo de exagerado, porque sí es desmedidamente humano lo que hicieron estos hombres. Además, todo el “Episodio” me reconcilia con la institución Iglesia; no, me corrijo, con algunos hombres que forman parte de ella.
Posteriormente, en 1987 el obispo Gorazd fue canonizado.
Qué fortuna fue haber pasado por allí; qué hicimos exactamente después no podría asegurarlo. Las caras de esos hombres, el zapato de uno de ellos y el maletín en el que el sargento mayor Kubiš llevaba la granada que lanzó contra Heydrich se quedaron en mí. Lo menos que puedo hacer ahora mismo es escribir cuidadosamente los nombres de los miembros del grupo “Anthropoid”:
Jan Kubiš
Josef Gabčík
Josef Valčík
Adolf Opálka
Jaroslav Švarc
Josef Bublik
Jan Hrubý
Sacerdote Vladimir Petřek
Sacerdote Václav Čikl
Obispo Gorazd
Presidente del Consejo de Mayores Jan Sonnevend
Sacristán Omest
Alfred Bartoš
Jiří Potuček
La Iglesia Ortodoxa de los Santos Cirilo y Metodio está en Resslova 9a, Praha 2 – Nové Mĕsto
La Belleza, uno de sus rostros, quedó del lado de la verdad que defendieron estos hombres: les pertenece.

  Gabriela Frontini
                  Praga, 24 de julio de 2012


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