Praga: por el camino de Vyšehradský hřbitov a Slavín
Praga: por el camino de Vyšehradský hřbitov a Slavín
“Espero que tus grados de junquicidad no te lleven a la relatividad total. Los juncos (que tienen un nombre científico muy feo: Schoenoplectus californicus) como bien sabemos, son el primer paso para la formación de una isla. Es decir, son la fuerza de choque que sirve para la creación de algo importante, algo que antes no estaba (¿y qué es si no escribir un cuento o pintar un cuadro?).”
Cito un fragmento de un correo de M, escritor y biólogo, con quien comparto esas horas de los miércoles en las que (sólo) cuenta la literatura -y la literatura abarca todo lo bello. Lo de fuerza de choque me gusta mucho, vuelvo a agradecer. En cuanto al riesgo de caer en la relatividad, I ríe con sarcasmo y aclara que eso nunca ocurrirá porque –lo afirma sin pestañear- yo pertenezco al absolutismo ilustrado. Que cada uno juzgue según su parecer.
Una vez hube esquivado artimañas disuasivas y distractores de todo color y pelaje, logré emprender el camino hacia el Cementerio Slavín, antes de la hora de cierre; para eso había que alcanzar la colina de Vyšehrad, antigua fortaleza. El paseo bordeando el Moldava es irresistible: el cielo en su inmensidad me hizo mirar todo de arriba para abajo, como si los edificios y el río fueran un desprendimiento, sin por eso resignar preponderancia, como leer de derecha a izquierda y al final de la página encontrarse, todos pegaditos al río, con gente tomando sol, perros paseando y una gran mesa rectangular, cubierta con vasos de cerveza. Mientras subía se iban empequeñeciendo; cuando me paraba a observarlos, se agrandaban; pero no era un efecto óptico, sino una derivación del poder de imán que ejercía la escena.
Fui flotando por el aire y me detuve ahí, al lado de los hombres sentados, brindé en silencio: por Praha, por el sol, por ese instante, por los deseos cumplidos y los que vendrán, por todos los seres que amo en este mundo y en los mundos paralelos. Como en la Nochebuena, en la terraza, en nuestra ceremonia secreta, con mis amores. Henchida el alma, liviano el cuerpo, volví a elevarme para seguir camino.
Había que encontrar una escalerita escondida, después de pasar el puente ferroviario de hierro, subir por el parque y ya estamos en la colina de Vyšehrad, en cuyo palacio el rey Vratislav II pasaba largas temporadas. En la época de mayor esplendor (siglo XI) este rey fundó la iglesia de San Pedro y San Pablo, con el fin de que los oficios religiosos estuvieran al alcance de su mano. Con el correr del tiempo se fue modificando, hoy es la Catedral neogótica. La admiramos desde afuera porque estaba cerrada; entonces, al lado, tal y como nos habían dicho, el cementerio Slavín recibe con el siguiente lema: “Aunque muertos, hablan por siempre.”
Ya veremos por qué.
Este cementerio de Vyšehrad comenzó a extenderse hasta que llegó a convertirse en el Cementerio Slavín, reorganizado, desde el punto de vista de su arquitectura, por Antonín Wiehl, entre los años 1890-1902. Así surgió el famoso cementerio y también monumento histórico donde descansan los restos de célebres personalidades de la Répública Checa, como por ejemplo: Karel Čapek, el creador del término robot (palabra que deriva de la forma robota -según algunos del término r´b del antiguo eslavo y que significa "esclavo" o bien del checo robota "trabajo"). El término aparece por primera vez en su obra de teatro R.U.R. (Robots Universales Rossum), en 1920, tras cuyo estreno y éxito en Praga, y posteriormente en Londres y Nueva York, hizo que se introdujera en todas las lenguas. En su último domicilio, acompañan hoy a Karel los escritores Jan Neruda, Julius Zeyer (poeta neorromántico) y Jaroslav Vrchlický (uno de los primeros traductores de la literatura española); la cantante Ema Destinnová y el político František Ladislav Rieger.
En honor a tan célebres huéspedes, voy a leer (Čist) para mí, y con mucha atención, cada una de las inscripciones de las tumbas. Advierto las declinaciones: ya es algo. Adivinamos con I que rodina significa familia.
¿Dónde querrá tomar Kundera su último descanso? ¿Cuál es su patria, desde que abandonó primero su país y luego su lengua natal? ¿Recordará estas palabras de Carlos Fuentes?: “No hay ciudad en Europa más hermosa que Praga entre el alto gótico y el siglo barroco, su opulencia y su tristeza se consumaron en las bodas de la piedra y el río.”
Por el momento dejemos a Kundera en Francia y sigamos descubriendo quiénes más habitan la colina.
También descansa allí el multifacético Alfons Mucha, cuya obra se encuentra en distintos museos de Praga a los que acudiremos en un próximo viaje. Si bien lo más conocido son sus afiches litográficos art Nouveau para Sarah Bernhart, fue diseñador de joyas, escenógrafo y pintor.
Mientras I observaba cómo un ¿herrero? cincelaba amorosamente el entorno de una lápida, yo fui siguiendo el camino principal, hasta llegar a Slavín, el panteón de los personajes ilustres de la nación; reverencié a los mencionados moradores. Aunque ellos no contestaron mi saludo, pude oír el murmullo de las discusiones de los escritores acerca del mil veces considerado tópico contenido/forma. Lo hacían amistosamente, arrullados por el canto de la soprano Emilie Paulina Venceslava Kittlova (alias Ema). Esta dama acaparó mi atención; al leer ciertos datos de su biografía llegué a pensar que quizá yo soy ella, porque Emilie, antes de decidirse por la música, se dedicó a la literatura:
"En 1896 Destinnová debutó en Praga como autora dramática. Hay que destacar que en aquella época Destinnová ya no era ninguna novata literaria, sino autora de numerosas novelas y poemas. En ningún caso se trató de una afición de carácter temporal. La literatura marcó toda su vida. No obstante, para gran suerte del mundo de la ópera mundial, Ema Destinnová se decidió por la música. De los tantos éxitos de Ema Destinnová recordemos su actuación en el concierto celebrado en el Covent Garden, de Londres, en ocasión de la coronación en 1910 del rey de Inglaterra, Jorge V. En dicha audiencia solemne, la reina Mary, fascinada por su actuación, apuntó: "Yo soy reina, pero una de tantas. Usted es la única reina del canto en el mundo.”
Ya entiendo de dónde viene mi sensación de haber sido soprano en otra vida y la nostalgia de haber dejado algo, como si estuviera en el proscenio, sentada en el banco de suplente. En esta vida y con un siglo de diferencia, a mí me toca la literatura en primer plano.
En cuanto a Ema –nombre netamente literario-, durante la primera guerra mundial, tuvo que enfrentarse a serias dificultades, debido a sus simpatías hacia la resistencia checa. Por esta razón se recluyó en su castillo de Straz nad Nezarkou, en Bohemia del Sur.
No obstante, se enamoró de Jozef Halsbach, un hombre 20 años menor que ella, de profesión mecánico de aviación, que se ocupaba de la fotografía aérea. La boda se efectuó en 1923.
Imaginemos a Ema en dos momentos clave de su vida, dos momentos de choque de fuerzas, de barajar y dar de nuevo: pasar de la escritura al canto; enamorarse y aceptar a Jozef. Declaro a Ema La Abanderada de los Juncos.
"Pese a que su profesión no era nada romántica, el propio Josef Halsbach afortunadamente era una persona muy amable y cariñosa. Por ejemplo, durante sus vuelos laborales por Bohemia del Sur no perdía ni una oportunidad de sobrevolar el palacete de Straz nad Nezarkou y echar desde la altura rosas blancas al balcón de su mujer".
Y ahora que alguien se anime a decirme si una vida tan romántica no tenía que continuar en un cementerio como éste, levitando entre los arcos Art Nouveau.
Gabriela Frontini
Praga, 23 de julio de 2012
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